En una larga ceremonia y con muchos discursos en el medio, el escritor francés autor de Limonóv, El adversario y De vidas ajenas, entre otras, lamentó que el máximo galardón que entrega año tras años la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, que este año llega a su edición 31, “no se llame Juan Rulfo”. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, devolvió los favores de México al fundar una casa de nuestro país en la capital española. Hoy inicia el máximo encuentro de libros y lectores del continente.
Guadalajara, México, 25 de noviembre (SinEmbargo).- “Tengo la suerte de que este personaje no es de ficción, sino que es real”, fueron las palabras con la que el escritor mexicano Jorge Volpi hizo la semblanza de Emmanuel Carrere, quien escuchaba con traductores en los oídos cada palabra con la que el autor de En busca de Klingsor se definió como un lector contumaz desde que leyó El adversario, “el libro más famoso de Carrere”.
Como bien sabe francés, Jorge Volpi dijo “Carrere” con las erres arrastradas y nombró cada uno de los lugares en francés de Una novela rusa, donde el autor haciendo caso de “una desobediencia” comenzó a contarlo todo de su vida, fundamentalmente de su abuelo desaparecido en Georgia y de quien su madre había prohibido hablar.
Emmanuel Carrere, nacido en París el 9 de diciembre de 1957, recibió el premio de parte de María Cristina Cepeda, actual secretaria de Cultura de México, quien debió escuchar el discurso previo de Raúl Padilla López, Presidente de la FIL, quejándose entre otras cosas por el recorte del 32 % al programa cultural de México, para el próximo año, mandado por Enrique Peña Nieto.
“Sin dejar de reconocer que en este sexenio ha habido importantes logros de cultura, es importante señalar que el gasto en cultura representaba el 0,53 al empezar el Gobierno y en el último año representará el 0,32 %. La cultura es una importante herramienta para lo social, el ejercicio de la libertad y el fortalecimiento de la ciudadanía”, dijo Padilla.
“Como bien lo dijo alguna vez Carlos Fuentes, salgamos del Tercer Mundo con nuestra cultura del Primer Mundo”, fue el cierre antes de que la alcaldesa de Madrid, sin leer, habló a la gente con mucha sinceridad en donde se refirió a las tres generaciones de escritores que estarán en la FIL y de lo mucho que su ciudad, Madrid, le debe a México, “fundamentalmente a causa de esos libros que publicaban y quedaban escondidos en las librerías y tanto nos formaron”.
“Pagaremos la deuda con México con cariño y admiración, pues prontamente abrirá la casa de México en Madrid, en un palacio que hemos donado para tal ocasión”, señaló la funcionaria”.
Más tarde hablaron el director de la Universidad de Guadalajara, Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla y el Gobernador de Jalisco, Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, para dar paso al discurso de Emmanuel Carrere, quien con el título “¿En el fondo, la generosidad y la libertad no son lo mismo?”, se refirió al tema de la ficción y la no ficción, al tiempo de lamentarse porque ya no se llama más Juan Rulfo el galardón que acababa de recibir, consistente en 150 mil dólares, uno de los más importantes del mundo.
“Pedro Páramo y El llano en llamas, que descubrí cuando tenía unos 20 años, han sido de las experiencias más fuertes en mi vida de lector. Libros mágicos, libros intensos, libros misteriosos como la carrera de su autor –aunque la palabra “carrera” no va bien con Rulfo, pienso que valdría más hablar de destino: uno de esos destinos que Enrique Vila-Matas colocaría en la genealogía de Bartleby. No debe haber sido fácil vivir un destino así”, dijo Emmanuel Carrere.
Es una experiencia de alguna manera especial, porque empecé como autor de ficción y a medio camino me dediqué a escribir eso que falta de un mejor término se llama no-ficción. Digo “a falta de un mejor término” porque no se sabe muy bien qué es la no-ficción. Dónde comienza, dónde termina, dónde se sitúa en la frontera con la ficción”, dijo.
A partir de ahí habló de A sangre fría, de Truman Capote, uno de los libros que más lo marcaron.
“La idea de Capote era escribir, siguiendo el modelo de Flaubert, un libro objetivo, impersonal, un libro en el que el autor está en todas y en ninguna parte y se prohíbe la vulgaridad de aparecer como personaje o siquiera como narrador”, pero Capote siguió hasta hacerse amigos de los condenados y quería para sí que los colgaran, porque de ahí saldría la grandeza de su libro.
“Fue el campeón mundial de los escritores”, dijo Carrere y el hombre al que lo persiguió luego “en su larga destrucción a causa del alcohol, el esnobismo y la maldad”.
“Muchas veces traté de imitarlo, pero no pude. Al final hice otra cosa: renuncié a la abstención, escribí el libro en primera persona. Pensé sin exagerar que esa elección me había salvado la vida”, afirmó.
La otra historia tiene que ver con Charles Dickens, con la peluquera Miss Mowcher y como el escritor decidió que no sea una malvada.
“Es posible que yo idealice los motivos de Dickens al igual que exageré un poco la importante de Miss Mowcher en David Copperfield. Pero pienso que modificar la realidad soberana de su libro para no lastimar a una mujer pequeña de provincia, no fue sólo el mayor gesto de generosidad sino también de la mayor libertad que puede ejercer un escritor. ¿En el fondo, la generosidad y la libertad no son lo mismo”, concluyó Carrere.